Reportaje
Sheily Martínez
Hoy Noticias/Santiago.Nuestro folklore se descubre por lo heterogéneo y la singularidad de sus rasgos, que hacen distinción cuando se nombra la República Dominicana.
La idiosincrasia dominicana reside en la expresión pintoresca de cada representación de los modelos culturales nuestros, que dibujan en perspectiva la cosmovisión folklórica cultural dominicana.
Una de las representaciones culturales es ‘’La Marchanta’’. Figura siluetada de nuestro territorio.
Se bautiza con este nombre al campesino que peregrinaba del campo a la ciudad a ofertar sus frutos. Así la marchanta es promotora popular de mercaderías como legumbres, frutas y carbón.
Llegaban al amanecer a lomo de burro dotados con árganas (grandes bolsos de cana) otras a pie con canastas a la cabeza que descansaba sobre un babonuco hecho de tela enrollada. Y se quedaban hasta media mañana ofreciendo sus mercancías.
La marchanta se identificaba por el uso de un sombrero grande de cana, conocido como pava, que la cubría del sol, o cuando no, la lluvia. El atuendo se complementaba con chancletas que tenían plataforma de goma, llamadas alpargatas y un delantal o faltriquera en el que colocaban el dinero de la venta.
Con el correr acelerado de los días este pintoresco personaje ha ido desapareciendo del escenario popular.
¿Qué ha pasado? La marchanta ya no deslumbra el amanecer con su llegada, endulzando el oído de todo el que la escuchaba.
Algunas causas que han dado paso a su desaparición es la proliferación de una gran red comercial de mayorista y minoristas, que fue sepultando el trabajo al pregón de la marchanta.
El crecimiento del transporte, que facilitó al consumidor obtener con rapidez, a cualquier hora y sin moverse de su casa, los alimentos que necesitaba; a través del presto servicio ‘’delivery’’.
Para el sociólogo Frank Rodríguez es el fenómeno de la globalización y el esparcimiento urbano que ha sacudido esta costumbre; además de una generación de relevo que no acentúa esta labor por los servicios y comodidades que ofrece la época actual.
En este marco, estas mujeres con esta faena cotidiana fuente de ingreso con el que sostenían su hogar, por los cambios ocurridos en el sector hubieron de desistir.
Este oficio digno todavía es ejercido, aunque en manera desprovista. Un ejemplo es la marchanta Doña Rafaela, conocida como ‘’Fefa”, oriunda del Papayo, La Seibita, Santiago.
Relata que lleva más de 51 años siendo marchanta, establecida en la venta de carbón. Todos los días con el sol del alba tendido ya a las seis de la mañana sale acompañada de su burro.
Doña Fefa sostiene que ya las ventas no son como antes y que son pocas las personas que requieren su servicio, pero aun así continua en su oficio.
‘’Desde chinininga siempre veía a mamá vendiendo carbón, para darme de comer, y eso mismo hago yo por mis hijos. En esto hay que hacer mucho esfuerzo y hay veces que me canso, pero me siento feliz de hacerlo”. Afirmó emocionada el sentir de su labor de vida, marchanta.
No ha sido óbice la pluralidad comercial, transformación y crecimiento social para que se arrastre de la memoria el legado cultural que ha dejado la marchanta en nuestras raíces de identidad.
Ver cada marchanta es disfrutar de la tradición viva, que ellas representan. Reflejando el contenido rico y significativo de la cultura dominicana que nos hace únicos frente a otras naciones del caribe y el mundo.