Por: Yanibel Cepín, MA.
Hoy Noticias/ Espaillat, Moca. Si repasamos la historia partiendo de la Edad Moderna, en las viejas páginas de Inglaterra, nos encontraremos con la curiosa regla del dedo pulgar, la cual consistía en que los hombres estaban autorizados a disciplinar a una esposa desobediente, aunque sin derecho a matarla. Para ello, podían utilizar legalmente un bastón o vara «no más grueso que su dedo pulgar».
Sin embargo, recientemente, en nuestra era contemporánea, veíamos como se hizo noticia nacional, el uso de un instrumento quizás un poco más grueso que el dedo pulgar del diputado de la República, que blandió su cinturón en pleno hemiciclo, para disciplinar a una dama desobediente, que intentaba decir lo que pensaba, infringiendo con ello su deber de sumisión frente a los hombres.
Ante uno considerado su igual, es decir, otro diputado, pero de género masculino, a lo mejor este personaje habría utilizado otras estrategias de defensa y contraataque. ¿Creen ustedes que si se hubiera tratado de otro hombre, el diputado habría sacado su correa con la misma bravura y vehemencia con que lo hizo? pero naturalmente, no se trataba de un altercado con un igual, se trataba solo de una mujer, una a la que no le había enseñado a ser sumisa.
La violencia contra la mujer es política, es social, es intrafamiliar, es profesional, económica, es moral, es física, es sexual. Va desde el hecho de los hombres creerse con el derecho a opinar sobre nuestro cuerpo, el largo de nuestra falda, nuestro peso o la profundidad del escote, hasta el que nos paguen menos por realizar el mismo trabajo, la misma cantidad de horas, con el mismo o mayor grado de preparación académica.
También es violencia, por supuesto, cuando alguien considera y manifiesta su opinión acerca de los medios dudosos, a través de los cuales presume que una mujer importante ha llegado hasta donde está, sin valorar su esfuerzo, su preparación y cuanto ha luchado para conseguir llegar y acceder. Quien piensa así no se pregunta, ni por un instante, cuántos obstáculos ha tenido que franquear esa mujer, cuanto terreno baldío ha tenido que trillar, para hoy poder ocupar la posición que desempeña.
Orbitar fuera de la esfera doméstica, es lo que ha convertido a las mujeres, a partir del siglo XX, en seres públicos, política y económicamente activos. Desde la Gran Guerra o Primera guerra Mundial, cada vez somos más mujeres las que decidimos salir de casa a formarnos, prepararnos y ganarnos nuestro propio sustento y el de nuestras familias. Antes por obligación, al ver a los esposos fuera de casa por la guerra, ahora incluso por placer y movidas por metas personales, más allá del matrimonio y los hijos.
La Organización International del Trabajo (OIT) comprueba que las compañías que cuentan con mujeres en cargos directivos con poder decisorio tienen mejores resultados financieros.
De cada cien empresarios exitosos listados en la revista Forbes, sólo nueve son mujeres. Los emprendimientos se han convertido en la mejor herramienta de las mujeres actuales para dirigir una compañía, pero existen muchos retos y desafíos que debemos enfrentar cuando decidimos ser exitosas laboralmente. El principal de ellos es poder conjugar los diferentes roles que nos han sido impuestos culturalmente, de manera que seamos exitosas en cada uno de ellos: como madre, como esposa, como hija, como profesional.
ONU Mujeres
Que ninguna mujer se quede atrás, es el lema que ha lanzado este año ONU Mujeres, en su campaña de lucha contra la violencia de género. Y cuando decimos ninguna, nos referimos a la inclusión de todas y cada una, sin sectarismos, sin colores, sin preferencias. Nos referimos a las católicas, a las protestantes, a las ateas, a las blancas, las negras, las lesbianas, las mujeres trans, las de clase alta y las de abajo. A todas, todas juntas, por la equidad.
El discurso feminista de 50 años atrás es similar al de hoy, le damos la vuelta a la noria y seguimos hablando acerca de los mismos temas, muchos ya avanzados, otros tantos, irresolutos aún. Algo ha estado mal, pues, la descendencia de las mujeres de los años 30s y 40s que luchaban por el derecho al voto femenino, hoy sus hijos y nietos son los que están matando a sus parejas sentimentales, los que golpean, maltrata, lastiman y atropellan. Ya no se trata solo de educar a las mujeres acerca de sus derechos, sino, que urge un cambio de mentalidad estructural, del sistema en su conjunto, un cambio que inicie desde el hogar, en la formación de los hijos hasta la escuela y universidades.
Ya no le digamos más a nuestros niños que por ser varones pueden tener todas las novias que deseen, contrario a sus hermanas, que deben ser conservadoras y recatadas. No le digamos otra vez que por ser varones, deben proteger a sus hermanas, aunque ellas sean muchos mayores que él. No les digamos más que son ellos responsables de pagar siempre las cuentas del restaurante, y con esto esperar recibir lo que desean de su patrocinada. No les digamos otra vez que son más libres que sus compañeras mujeres, que pueden hacer lo que les plazca y no pasa nada.
¡NO alimentemos más esa mentira!