Leoncio Peralta
Santiago,R.D-En el mes de agosto pasado, el doctor Ramón Antonio Veras me envió un documento, donde me ilustraba sobre un valioso artículo que escribió hace ya casi 40 años, el héroe santiaguense Manuel Bueno. Y sobre el mismo me invito a analizar cada uno de sus quince párrafos, para que mis reflexiones fuesen parte de un libro junto a las opiniones de otras personalidades del país. Esa sugerencia fue para mi un alto honor y procedí en consecuencia. Ya la obra esta circulando y ha generado un gran impacto, como tiene que ser, no por quienes la escribimos, sino por el tema tan sensible y patriótico que aborda, que es rendirle honor a Wenceslao Guillen, a Manuel Bueno y a todos los Panfleteros de Santiago.
Con motivo de cumplirse en estos días de finales de enero, un nuevo aniversario del martirio de esos dignos jóvenes dominicanos, el doctor Ramón Antonio Veras me autorizó a exponer en las redes sociales, el contenido de mis reflexiones.
En ese primer párrafo, queda retratado Manuel Bueno, como el hombre de alta calidad humana, sensible y que sabía valorar el dolor ajeno. Posterga escribir sobre un tema tan importante, para no avivar más las llamas del dolor y sufrimiento de esa madre, Thelma Gomez, que al parecer él la tenía como una segunda madre, después de la pérdida de su amado hijo, Wenceslao Guillen. Con esa actitud, incluso, puso en peligro que la posteridad conociera a cabalidad sobre ese héroe y mártir y su legado, ya que el autor del artículo pudo morir en la convulsa, pero gloriosa década del 60, en vista de los grandes acontecimientos que ocurrieron, como la Guerra de Abril, la intervención Norteamericana, y en la cual el fue protagonista de primera fila.
En el segundo párrafo, Bueno acierta cuando advierte de lo que ha sido una conspiración de las clases dominantes y sectores reaccionarios, que es borrar la memoria histórica, evitar que las nuevas generaciones conozcan a profundidad los acontecimientos, los protagonistas de acciones heroicas y patrióticas de la Era de Trujillo y de etapas posteriores, aunque él se circunscribe a ese período tenebroso de nuestra historia reciente. Por ello se lanza a rescatar del olvido a la figura histórica y digna de ejemplo para imitación, que fue el fundador del movimiento de los Panfleteros de Santiago. Así han quedado muchos héroes y mártires sepultados en el olvido, ya que, de una u otra forma, los herederos del trujillismo reciclados, fueron los que dominaron el escenario político dominicano, luego del ajusticiamiento del tirano, siendo su figura cimera, Joaquín Balaguer.
En el tercer párrafo, Manuel Bueno, basa su artículo, de hace casi cuatro décadas, en otro que escribió el doctor Ramon Antonio Veras, donde rescata el legado de Guillen, como figura extraordinaria de esa generación de finales de los años 50. Tiene además el valor de ayudar a despejar ciertas dudas, que han querido sembrar algunos, personajes de los mismos sectores progresistas y democráticos, que posiblemente, movidos por mezquindades e impulsos hijos de las miserias humanas, han cuestionado que el doctor Veras fue parte de ese movimiento juvenil heroico. Nadie más autorizado que Manuel Bueno, por ser uno de los más cercanos a Wenceslao Guillen, para saber quiénes fueron o no, parte de la Unión de Grupos Revolucionarios Independientes (UGRI(. A la valentía de Guillen y otros miembros apresados, atribuye el autor del artículo de 1981, que Negro Veras no fuera delatado y cayera en las garras del trujillismo en esa coyuntura histórica.
En el cuarto párrafo, Manuel Bueno, entra a narrarle a las nuevas generaciones quien fue el héroe y mártir, que encabezo el movimiento de la juventud rebelde de Santiago, al final de la tiranía. También para educar sobre las características bestiales e inhumanas de los infames sujetos que componían los cuerpos represivos de la dictadura, en especial, el Servicio de Inteligencia Militar. Es además, un alerta para quienes, al no conocer sobre lo que vivieron los que padecieron la cruel tiranía, tienden a no valorar la importancia de las conquistas democráticas, las libertades publicas y otros derechos, que se disfrutan y no se valoran, ni se tiene la conciencia de los grandes sacrificios que costaron conquistarlos, y la necesidad de luchar para preservarlos y ampliarlos. Eso no solamente sucedía hace cuatro décadas, sino en la actualidad.
El quinto párrafo, nos retrata al Santiago de aquella época, hace 60 años, donde le toco vivir y formarse Wenceslao Guillen y su generación. Las limitaciones para crecer intelectualmente, ya que el control de la tiranía impedía la circulación de las obras de contenido político, económico, social, filosófico que hoy tenemos acceso con facilidad. Se limitaban para lograr alguna formación, a lo que pudiera aparecer en las bibliotecas públicas, en especial, en la Sociedad Amantes de la Luz. No obstante eso, es asombroso, acorde con el testimonio de Bueno, el avance intelectual logrado por el joven líder de la Unión de Grupos Revolucionarios Independientes (UGRI), que luego bautizaron como los Panfleteros de Santiago, que es el nombre que paso a la historia, como otro de los tantos episodios de gloria de la lucha de este pueblo, contra la opresión y la barbarie.
El sexto párrafo del trabajo de Manuel Bueno, vemos a un Guillen con una madurez política increíble para su edad y el medio que le toco vivir, gran lucidez política, su horizonte era muy extenso en cuanto a miras. Su criterio de que no se debían esperar pertrechos militares desde fuera, chocaba con la posición del Movimiento 14 de Junio. Como ambos movimientos fueron aplastados prácticamente en su nivel embrionario, sin poder validar en los hechos su visión. Queda para la imaginación e interpretación de cada quien, juzgar el enfoque que sobre ese aspecto tenia cada organización.
Pero a la distancia de seis décadas después, y viendo las características del régimen, parecen más racionales los criterios de Guillen, que las de los catorcistas. Y hay que entender que el 14 de Junio era un movimiento con características nacionales, donde habían perdonas entre sus principales líderes, con mucho más formación y experiencias que Wenceslao Guillen. Algunos como Minerva Mirabal que le llevaban 14 años, el doctor Tejada Florentino que había estudiado en México, que trajo de allá mucha experiencia política y el mismo Manolo Tavarez, con mas fogueo político.
Algunos de los dirigentes del 14 de Junio, incluso, ya habían participado en las jornadas de la Juventud Democrática de los años 40. No obstante, es digno de resaltar que pese a las contradicciones, se mantuvieron relaciones entre ambos movimientos de resistencia contra Trujillo, ya que esa no era, ni mucho menos, una diferencia antagónica. En el artículo se habla del padre Cruz Inoa y de Cayeyo Grisanty, aunque en otras obras leí, que hubo contactos directos entre Wenceslao Guillen y el doctor Luis Gómez Perez, que era de los principales líderes del Movimiento 14 de Junio.
El siguiente párrafo, el siete, denota a un líder fogoso, deseoso de entrar en acción, pero que valoraba muy bien la importancia de la formación política y la preparación física. De inmediato llevo al grupo a la acción directa con el boicot, lanzando grapas en las calles ante el acontecimiento de inicio de la temporada de beisbol de 1959, y pintando consignas contra Trujillo y su régimen de terror.
Hoy uno observa los jóvenes de 20 años y apenas saben chatear, pero a esa edad ya Guillen actuaba como un veterano dirigente. Puede decirse que es fácil hoy evaluar como errónea su precipitación, lanzarse a la acción tan rápido, sin preparar mejor sus seguidores, sobre todo, siendo tan jóvenes, ya que muchos ni siquiera alcanzaban la mayoría de edad. Pero eran otros tiempos, otras circunstancias históricas, el ambiente era asfixiante, insoportable, para todo ser humano sensible y amante a la democracia, la justicia y la libertad.
En el párrafo ocho, el articulista expone como Guillen sabía utilizar los recursos disponibles, sabiendo de sus cualidades como artista y manualidades, pese a solamente tener quince años, ocupo a Manuel Bueno durante el mes de diciembre del 59, en preparar los panfletos que desafiaron al tirano y que hirieron su ego, tan hiperinflado, que desato sus furias demoníacas.
El párrafo nueve expone la literatura del documento, que fue el detonante para decretar la persecución, la saña brutal en contra de los miembros del movimiento conspirativo y su sentencia a muerte. Como bien lo define el autor, la frase, “Con perdón de la expresión, Trujillo es una Mierda”, fue lo que decreto la eliminación física de los participantes del novel movimiento. Para Trujillo esa frase era zahiriente, humillante e imperdonable.
Pero otro factor que pudo influir en la decisión de aniquilarnos a casi todos, fue su procedencia social. Ninguno de ellos pertenecía a las familias acaudaladas de la sociedad de entonces. Es posible que se pueda detectar y argumentar, poca madurez política en esa frase, ofensiva en el plano personal al tirano. Pero es comprensible expresiones de emocionales en un movimiento de personas tan jóvenes y con escasa formación política, por demás, hastiados de tantas alabanzas y santificación de un personaje despreciable, por su obra funesta para este pueblo.
En el párrafo diez encontramos a un hombre de cualidades excepcionales, tan joven y preparado para la muerte, sin temor, sin vacilación, firme y consciente de su papel de líder, dispuesto a preferir que lo trituraran antes de delatar a sus compañeros de lucha. Un ejemplo para las generaciones siguientes, para los que asumen el compromiso de luchar contra la opresión en cualquier coyuntura histórica. Leer este párrafo conmueve. Nos dice que este pueblo tiene una deuda pendiente que saldar exaltando bien en alto, las excelsas virtudes de héroe y mártir de Wenceslao Guillen Gomez, cuyo nombre debería llevar una de las principales avenidas de esta ciudad, donde se honran tanto elementos, de dudosa estirpe y trayectoria.
En el onceavo se recoge el nombre que los esbirros le pusieron, del Célebre Wen, por el asombro que esas crápulas humanas sentían ante el coraje, la dignidad y entereza del joven masacrado, que no delatada a nadie, que no daba muestras de debilidad y arrepentimiento. Por el contrario, guiaba a sus compañeros para que no flaquearan y jamás le pidieran clemencia al que definía allí, en el mismo infierno, como “el hijo de puta ese”. Al leer este párrafo, tengo que hacer un paralelismo con la historia parecida, narrada en su obra, Reportaje al Pie de la Orca, del gran revolucionario y periodista Checo, Julius Fusik, que sus verdugos nazis le llamaban “el diablo rojo”, que soporto todos los suplicios sin mencionar a ninguno de sus correligionarios. Wenceslao Guillen es paradigma, símbolo de orgullo, para todos los dominicanos que luchamos por una sociedad justa y verdaderamente libre.
En el párrafo doce, Manuel Bueno nos asombra. Narra lo sucedido cuando el 21 de enero del 60 lo llevaban al Palacio de la Policía, donde el líder le enseñaba a preparar artefactos explosivos y le daba instrucciones para que continuara la lucha, ante su creencia, bien fundada, de que sería el único con posibilidades de salir vivo de aquel encierro. Ello denota que en ese momento, más que la muerte le preocupaba que continuara la lucha, que no le dieran tregua al tirano, lo que refleja sus firmes convicciones y sus grandes cualidades, que lo hacen un ser inmortal.
El párrafo trece se refiere al final de los mártires, de Wenceslao Guillen y los demás, las noches que los sacaban de las ergástulas para llevarlos al sacrificio. Leerlo genera intensas emociones, pero esa es nuestra historia, llena de heroísmos, grandeza de hombres y mujeres que en distintas generaciones no han vacilado en ofrendar sus vidas por un destino mejor para República Dominicana. Queda evidenciado aquí, que entre los esbirros del régimen habían asesores Nazis, que vinieron a recalar a nuestra tierra después de su derrota en Europa. El sadismo llego a niveles inimaginables y pena que nuestro pueblo, no ha sabido aquilatar en su justa dimensión el sacrificio de esos, sus mejores hijos.
En el párrafo catorce, Manuel Bueno, hace una catarsis emocional. Un desahogo para dejar sentada una sentencia de condena moral, a quienes se arrastraron indignamente ante el tirano. A esa generación que claudicó cobardemente en aras de mantener privilegios, en algunos casos para sobrevivir. El autor no escatima epítetos, anatemas y cuantos calificativos pueden ser zahirientes, para esos malos dominicanos. Tiene razón y se comprende su dolor e indignación. El sufrió en carne propia los efectos del régimen nefasto imperante y vio como sus hermanos de lucha y muchos otros, que el no conocía, ofrendaron sus vidas, después de sufrir las mas horrorosas torturas físicas y psicológicas.
Pero el severo juicio de Bueno, no solamente va hacia los que adulaban y rendían pleitesías al dictador en vida, durante la famosa Era, sino a los que dos décadas después de superada esa etapa negra de nuestra historia, seguían reivindicando los supuestos logros de ese régimen. Llamó a no dejarse confundir por los eternos apologistas del trujillismo, que en realidad, nunca han desaparecido. Hoy todavía a seis décadas del final de la tiranía y a casi cuatro del artículo de Manuel Bueno, siguen apareciendo muchos que tratan de justificar ese régimen de oprobio, alegando el supuesto orden y seguridad ciudadana existente, la poca deuda externa y la escasa presencia haitiana en nuestro territorio, fenómenos que eran ciertos, pero debido a diversas circunstancias y factores, que jamás pueden atribuirse, a supuestos aciertos a ese modelo de gobierno.
En el último párrafo el quince, Bueno hace una exhortación muy correcta. A casi 40 años de escrito su artículo, siguen teniendo mucha vigencia. El lo hizo en homenaje a su líder, Wenceslao Guillen, y demás compañeros de lucha, pero su criterio es abarcador. Tiene una dimensión muy amplia que supera a los luchadores de una etapa determinada. Se trata de la necesidad de que en este país, se reconozcan los méritos de tantos hombres y mujeres, que en todas las etapas de nuestra historia, han sembrado con el ejemplo los mejores valores, han aportado con grandes sacrificios, en muchos casos con su sangre, para engrandecer nuestra nación.
Desde nuestra Independencia hasta hoy han existido personajes de gran valía, que lo han entregado todo para servir los mejores intereses de la Patria y en muchos casos han sido olvidados. Sus nombres se han diluido en el discurrir del tiempo, mientras que muchos sin méritos reales, han sido elevados a los altares, como ejemplo la presencia del traidor a la Patria, Pedro Santana, en el Panteón Nacional.