Altagracia Kubinyi
Hoy Noticias/Falls Church, Virginia. Días recientes, conversé con un amigo, luego de mucho hablar y de actualizarnos, me dice: “sabes algo, el dao’ nos ha hecho méndigos”. Sus palabras llegaron a mi corazón y con profunda pena admití que es cierto.
El dao’ nos ha inhabilitado, nos ha generado una actitud de conformidad y nos ha sumergido en un estilo de vida del “merecedor” o “merecedora” (aquella persona que es digna de todo, sin la necesidad de realizar ningún oficio).
La actuación política de los funcionarios y de las funcionarias de la República Dominicana no es la diferencia; los gobiernos han creído que las funditas y las tarjetas combaten la probreza. En su mente pequeña han invalidado a todo un pueblo, quitándole la voluntad de crecer y de desarrollar sus propios medios para tener estabildad.
Esta forma de vivir ha dañano a nuestras generaciones pasadas y presentes, teniendo en cuenta que hay sus excepciones. Le hemos enseñado, de manera equivocada, que todo llega sin mover ni una pestaña, pero resulta que no es así. Incluso, muchas personas han visto que el dao’ es un negocio que deja dinero y con esa actitud han estropiado de manera fuerte los valores de la solidaridad y la compasión.
Es más fácil estar en una posición de comodidad que en aprendizajes y cambios constantes, pero la única forma de enfrentar la vagancia y la pobreza es ocupándonos de nuestras responsabilidades a través del trabajo y del esfuerzo.
Es necesario aprender a ganarse cada centavo y a valorar lo que recibimos. Cuando agradecemos, estamos reconociendo que detrás de ese detalle que han tenido con nosotros y nosotras existe un sacrificio.
Hay muchos casos en los que la mano amiga es necesaria. Por ejemplo: una enfermedad, apoyo en algún proyecto de estudio, respaldo para un bien, como una vivienda(…).
En lo que corresponde al Estado, su responsabilidad no es el clientelismo (intercambio de favores con el dinero del pueblo). Su rol real consiste en impulsar programas educativos que incremente el nivel adquisitivo de sus ciudadanos y ciudadanas pero, sobre todo, tiene un mandato obligatorio que es crear plazas de empleos dignas.
Dejemos de dar sin merecimiento o por compasión y enseñemos a trabajar. Eduquemos a las personas a ganarse las cosas.
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