hoynoticias/Tacloban, Filipinas.- El supertifón Haiyan pasó, pero la desesperación seguía en Tacloban, la ciudad más afectada por la tormenta que dejó más de 10.000 muertos en su paso por Filipina, dopnde dejo mas de miles de mueerto y miles de sobrevivientes deambulaban ayer por las rutas y caminos de la isla de Leyte en una búsqueda desesperada de alimentos, medicamentos y agua, mientras los rescatistas tenían dificultades para llegar a la zona.
De los miles de afectados por el tifón, el gobierno de la provincia de Leyte distribuyó ayer sacos de arroz en las calles, donde imperaban el caos y los saqueos ante la ausencia de las fuerzas de seguridad.
El presidente de Filipinas, Benigno Aquino, declaró el estado de calamidad en todo el país, lo que permitirá imponer un control de precios a los bienes de primera necesidad y evitar la especulación y el acaparamiento. Bajo esa declaración, el gobierno enviará a las zonas afectadas un contingente de 800 soldados y destinará más de 400 millones de dólares para reforzar las tareas de rescate.
«Hemos declarado el estado de calamidad nacional para agilizar las labores de emergencia y la entrega de ayuda en las provincias devastadas por Yolanda [nombre local de Haiyan]», dijo Aquino.
Mientras el ejército sólo reconoció oficialmente la muerte de 945 personas, las Naciones Unidas divulgaron un informe en el que cifraron en 10.000 el número de fallecidos sólo en Tacloban. En la provincia de Samar, las autoridades locales reportaron varios centenares de muertos y desaparecidos. Según el oficial Consejo para la Gestión y Reducción de Desastres, el tifón afectó a casi 9,7 millones de personas. Más de 600.000 filipinos tuvieron que abandonar sus hogares y refugiarse en centros de evacuación o en casas de familiares y amigos.
Con la reapertura parcial del aeropuerto, la ayuda humanitaria internacional comenzó a llegar ayer a Tacloban a cuentagotas. Un avión militar norteamericano C-130 pudo aterrizar con agua potable, paquetes de comida, frazadas y generadores de electricidad. El Pentágono desplazó desde Japón dos aviones Hércules, helicópteros adaptados a situaciones de emergencia y un centenar de militares.