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Altagracia Kubinyi
Falls Church, Virginia.Lo que para nosotros es insignificante, para otras personas es un premio. Esta semana les invito a reflexionar de aquellas actuaciones que podemos convertir en costumbre y que nos ayudan a construir una generación de ciudadanos y ciudadanas menos pretenciosa y más humana.
Les cuento que hace unos años, en casa de mi abuela mamá Lila, eramos bendecidos y bendecidas con la visita de Yerlyn María Ramos, una niña con discapacidad auditiva y del habla, hoy es toda una adolescente.
Mientras la familia conversaba sobre los planes de la semana y los sucesos del día, Yeilin observaba. Y, al recibir un peluche, su alegría fue tal que no fueron necesarias las palabras: sus gestos, mirada e impresión lo decían todo. Lo que para muchos niños no significaba nada, para ella era un tesoro, un gran regalo.
Su felicidad e intensidad lograron sorprendernos. Correteaba por cada rincón de la sala y del comedor. Mi tía Ramonita, que por cierto cumple años esta semana, sintió una alegría inmensa al ver esta acción; una lágrima le visitó, era el primer regalo de los muchos que ella obsequiaba que había provocado una reacción inocente, natural y especial. Mi abuela susurraba de felicidad y emoción.
Cuando educamos a nuestros hijos e hijas debemos de provocarles emociones de gratitud. Enseñarles a valorar sus los detalles, por pequeños que sean.
Hay muchos infantes en el mundo que pueden elegir sus juguetes, mientras que hay otros y otras que no tienen nada.
Que hoy sea el major día para regalar sonrisa, para educar y generar un ambiente de alegría en nuestros niños y niñas.
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