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Altagracia Kubinyi
Hoy Noticias/Falls Church, Virginia. Un nuevo año comienza y es necesario que declaremos las acciones a realizar desde sus primeros días. El mensaje para el 2019 es inspirado en una vivencia que tuve hace unos años y que les cuento a través de esta crónica de “Azúcar con Sabor a Amargura”.
Era pasado meridiano, la sala de emergencia del Seguro Social de Santiago, República Dominicana, tenía tres casos de salud, doctores e internos caminaban por los cubículos. Justamente a la 1:30 de la tarde se sentía un cambio de ambiente, todo se ponía tenso. Un olor intenso se extendía en el espacio y superaba la tolerancia, el disimulo y el humanismo de los que estaban en el lugar.
Por si fuera poco, los rangos académicos se fueron a la basura. Todo el mundo gesticulaba desagrado al mal olor que salía de la piel de María producto de una quemadura en su pierna izquierda. La dama nunca imaginó que el mofle de un motor y la diabetes que padecía desde hace 27 años, le causarían tantas actitudes de desprecio e intolerancia.
Un líquido mal oliente y amarillento se comió el dedo pulgar del pie izquierdo y desde entonces sus días son tristes y oscuros. La diabetes también acabó con su visión.
Cabizbaja, acongojada y con lágrimas en sus ojos, María se dejó sentir en la sala del hospital al expresarse con las siguientes palabras: “donde yo compré azúcar, venden y muy barata. El cuerpo no es más que carne, es solo eso… Yo no quiero estar así”. Su mensaje nos debe generar una reflexión profunda sobre nuestra forma de actuar, empatía y valores. Una mano amiga puede hacer la diferencia.
Después de las horas de angustia, llegó Carolina Reyes, una joven de 5.9 pies de estatura, de piel clara y cabellera de un rubio radiante. Se detuvo y sin importar la condición de esta valiente mujer, hizo amistad con el fuerte olor y le preguntó, mi doña, ¿qué le sucede, por qué está así? (…). Al escuchar cuidadosamente, Reyes levantó su voz y reclamó atención. Media hora después, la esperanza visita la sala de emergencia, el doctor Núñez, al salir de cirugía, atiende a María, que ya no aguanta el caliente de sus nalgas provocado por la silla de ruedas.
“La gente nada ma’ habla y murmura, por eso me siento tan mal. ¡Yo no quiero estar así!”, grita la dama con su voz quebrantada y cansada. Todos debemos de ser Carolina y ponernos en el lugar de María, así podremos provocar resultados de alegría y esperanza donde solo hay registro de tristeza y desconsuelo.
Nadie quiere tener un olor desagradable, pero sí todos tenemos la misma probabilidad de padecer un problema como este. María es la representación de cientos de casos en el mundo.
Que la solidaridad, el sentido común, el humanismo, el amor y la empatía sean tu ideología, filosofía y religión. Tu voz puede aportar al cambio cuando no está en el lado equivocado, y sí lo está es tiempo de que la actualices.
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