LEONCIO PERALTA
Hoy Noticias/Santiago,R.D–Muchos hablan de la preocupante vigencia del trujillismo en la actualidad con el inusual protagonismo, como expresión política concreta de uno de sus descendientes, en este caso el nieto del tirano ajusticiado hace ahora 57 años.
Pero quienes así razonan están muy equivocados debido a que la incidencia del trujillismo en nuestro medio no se debe a la irrupción de ese sujeto, como supuesto aspirante a la presidencia, sino que la cosa es mucho peor, pues se trata de la vigencia de un fenómeno que tiene profundas raíces en nuestra idiosincrasia política, cultural y social.
La vigencia de los criterios, métodos y actitudes de Trujillo, son parte de la tradición autoritaria y conservadora que ha primado en esta nación, incluso muchos antes del tirano de San Cristóbal nacer, al final del siglo XIX.
Se dirá que no es posible que antes de ese personaje nacer ya existía su impronta política e ideológica entre los habitantes de esta tierra. Pero lo que se entiende por trujillismo no es más que la condensación de una vieja cultura y tradición, que vino a esta tierra con los conquistadores y en parte auspiciada por la misma Iglesia Católica.
El mandonismo, la arbitrariedad, el jefismo, la prepotencia, la arrogancia y el afán de lucro desde el poder, usando el Estado como botín de guerra, se fueron estructurando por siglos en esta tierra, y fue con Trujillo que alcanzo su máxima expresión, puede decirse que llego al climax y se modernizo.
Por ello no es raro escuchar que aquí todos somos unos trujillitos, como expresión de que hombres y mujeres, con su comportamiento expresen actitudes propias del autoritarismo y la prepotencia, signos por excelencia del despotismo.
En ese tenor se hace mucho más difícil luchar y enfrentar ese fenómeno político, ideológico, social y cultural, ya que no está expresado solamente en un personaje, aunque sea un familiar cercano, sino que para lograr su erradicación, necesitamos como nación una profunda revolución, que toque mayormente lo cultural.
La presencia de un nieto del tirano en la arena política, lo que viene es a reforzar la vigencia del fenómeno, a generar irritación y reabrir heridas, lo cual debe ser enfrentado, pero las fuerzas democráticas no pueden desviarse y pensar que ese es el enemigo principal a vencer.
Los más peligrosos enemigos hoy de la real democracia, justicia libertad no tienen el apellido Trujillo, están fundamentalmente en los llamados partidos mayoritarios, pero también fuera de esas organizaciones, y en muchas de la sociedad civil.